Si tienes sobrepeso, es probable que estés ingiriendo comida de más para reconfortarte o por aburrimiento. Pero tus antojos no son un mero problema emocional. Aunque hayas escuchado lo contrario, el hambre emocional no está solo en tu cabeza.
Sin embargo, existe una realidad física que crea un fenómeno de «¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?». Y sin duda, el hambre emocional está en la raíz de muchos problemas de salud. Al fin y al cabo, cuando nos pasamos con los alimentos refinados, estamos creando desequilibrios nutricionales. Y estos a su vez crean un caos emocional.
¿Ciertos alimentos son verdaderamente adictivos?
Puedes sentir que algunos alimentos tienen cualidades adictivas. Por ejemplo, cuando comes algo como el chocolate, tu cuerpo libera pequeñas cantidades de hormonas que elevan el ánimo y la satisfacción. Esto puede reforzar una preferencia por comidas que se asocian directamente con sentimientos concretos. Además, el placer de comer también te permite que, de forma pasajera, puedas escapar de ciertos sentimientos negativos.
De hecho, el comer emocionalmente (el hambre emocional) es un hábito adquirido. Si estás enfadado, triste, feliz, aburrido o tienes ansiedad, la comida te puede reconfortar. Y también te puede dar placer de forma temporal. Así es como has entrenado a tu cerebro para que se sienta recompensado y tranquilo.
Con otras adicciones, un programa de rehabilitación se centra en eliminar de tu vida la substancia o comportamiento que te perjudica. Pero con la comida, no tienes elección, ya que tienes que seguir alimentándote. Así que encontrar el equilibrio entre el hambre emocional y el hambre real se convierte en un reto complicado.
Entre otras opciones, una buena manera de mejorar el estado de ánimo de forma natural y reducir los antojos es con ácidos grasos Omega 3. Por ejemplo, los que puedes encontrar en pescado, carne de pasto, semillas de chia y semillas de cáñamo.
El estrés, la digestión y el hambre emocional
Si comes cuando te sientes estresado, tu cuerpo estará en un estado de «lucha o huída».
No estás preparado para digerir los alimentos sino para salir por patas del peligro. O bien para protegerte de un ataque físico. Por ello, la comida que ingieras permanecerá en tu sistema digestivo, principalmente ignorada por el cuerpo, hasta que el estrés haya pasado.
Mientras tanto, tu flora bacteriana empezará a darse un banquete con lo que sea que hayas comido. Si eres como la mayoría de personas que comen para reconfortarse, lo más probable es que recurras a alimentos refinados dulces y grasientos. O sea, un buffet ideal para las levaduras menos amigables (como la candida) y las bacterias que habitan tu sistema digestivo.
Como resultado, estas levaduras y bacterias empiezan a multiplicarse. Y si repites esta forma de comer y de resolver tus problemas, sus cifras aumentarán de forma exponencial. También acabarán dañando los tejidos de tu sistema digestivo.
La química del cerebro
Según Carl C. Pfeiffer, MD, una gran parte de nuestro bienestar mental es una química cerebral equilibrada. La expresión «come más alimentos que crecen en plantas y menos alimentos que se fabrican en plantas» es muy acertada. De hecho, los alimentos refinados carecen de cientos de nutrientes necesarios para que nuestro cerebro funcione correctamente.
Además, algunas personas con ansiedad, déficit de atención y depresión producen niveles altos de sustancias llamadas pirroles. Los pirroles, recientemente renombrados criptopirroles (o más específicamente como hidroxihemopirrolina–2-ona), se forman naturalmente en el cuerpo como subproducto de la formación de glóbulos rojos. Si estos pirroles no se eliminan correctamente, se unen a la vitamina B6 y al zinc. Esta unión hace que estos nutrientes no estén disponibles para las células, creando una deficiencia aparente. En consecuencia, necesitaremos suplementar.
Más allá de las deficiencias, es importante que evites alimentos a los que tienes alergia o intolerancia. Por ejemplo, el trigo, el azúcar o los lácteos. Además, recuerda que el cerebro utiliza el 30 % de tu energía alimentaria.
Pfeiffer escribe: «Puesto que el cerebro es posiblemente el órgano más delicado del cuerpo, no debería de sorprender que las alergias alimentarias pueden descompensar los niveles de hormonas y otros químicos clave en el cerebro, dando como resultado síntomas mentales y emocionales.» Estos síntomas incluyen ansiedad, confusión, pérdida de memoria y depresión.
Por lo tanto, hacer una dieta anti-inflamatoria puede ayudar a restaurar el equilibro en la mente y en el cuerpo. Si padeces algún tipo de problema emocional, te animo a que leas el libro de Pfeiffer, Nutrition and Mental Illness. En especial lo relacionado con programas de suplementación para distintos casos de salud mental.
Aunque es cierto que este libro necesita actualizarse. No obstante, es fácil de comprender y aporta respuestas importantes.
¿Cómo evitar el círculo vicioso?
¿Hambre emocional o hambre real?
Hay que empezar a distinguir entre hambre física de verdad y una necesidad de reconfortarse. Una forma de hacerlo es mantener un registro de la frecuencia con la que comes. Si has hecho una comida grande hace tan sólo unas horas y tu estómago no está haciendo ruido, lo más probable es que no tengas hambre. Date unos minutos para que se pase el antojo. Esto también significa que tienes que conocer tus desencadenantes.
Para ello, puedes utilizar un diario para apuntar lo que comes, la cantidad, cuándo lo haces, cómo te sientes antes, durante y después de comer, etc. Además del hambre que tienes.
Conforme pasa el tiempo, conocerás mejor tus patrones alimentarios. Y eso te ayudará a evitar esos desencadenantes. Si te sientes triste y hambriento, toma un snack rico en proteínas, que puede incluir semillas de cáñamo, avellanas y unos arándanos rojos deshidratados para endulzar un poco. Comer snacks saludables como éste te ayudará a evitar las malas decisiones cuando vas a hacer la compra.
Busca apoyo a tu alrededor
No seas tímido con lo que estás haciendo. Intenta que un amigo se anime a hacer esto contigo. O pídeles a los miembros de tu familia que eviten tener alimentos no saludables en casa. Así estarán apoyando los esfuerzos que estás haciendo por tu salud.
Cuando el estrés te empuja hacia la nevera, llama a un amigo para que te ayude a sintonizarte con lo que necesitas de verdad.
Pasa más tiempo en la cocina
Una vez por semana, organiza una cita para cocinar con un amigo, familiar o contigo mismo. Cada vez que escucho a la gente decir que no tienen tiempo para cocinar, pregunto por sus hábitos. Y descubro que dedican entre 6 y 8 horas semanales a ver la televisión. Mientras estás preparando sopas, estofados y tentempiés durante tu tarde de cocina, prueba a escuchar un audiolibro de tu autor preferido. O por ejemplo algo de música que te guste. Te sorprenderá descubrir lo relajante que puede ser.
Consejo rápido contra el hambre emocional
La manera más rápida de descarrilarse es permitirte tener hambre durante un largo periodo de tiempo. En el momento en que tu cerebro esté hambriento, empezarás a tener antojos de azúcar (un apaño rápido). Y le pide a tu cuerpo que coma algo para aumentar el azúcar en sangre.
Cuando esto ocurra, asegúrate de tener opciones saludables a mano. Si sientes la necesidad de comer entre comidas, elige fruta fresca, verduras con alguna crema de frutos secos o dip saludable. O también alguna una barrita de frutos secos y semillas.
Además, recuerda que todas las comidas deberían componerse de proteínas, grasas y carbohidratos sin refinar. De esta manera te aseguras de mantener el equilibrio en tu química corporal. Finalmente, si no estás consumiendo suficientes calorías para tus necesidades energéticas, es más fácil que sucumbas al hambre emocional. Por ello, procura comer a horas regulares y evita saltarte el desayuno.
¿Cuál es tu experiencia con el hambre emocional y cómo consigues superarlo? Cuéntamelo en los comentarios.
Ufffff yo soy de estas!! Después de leer tu artículo me he propuesto seguir tus consejos. Voy a ir apuntando todo y voy a intentar que una amiga lo haga conmigo para que nos podamos apoyar, ya que esto lo hemos hablado alguna vez y es tan difícil. Siempre acabo recurriendo a la comida para sentirme mejor. Pero hoy he dicho basta!! No puede seguir así. Porque al final me está afectando de muchas maneras y tengo también problemas digestivos a los que los médicos no han hecho caso.
Conoces alguien a quien pueda consultar?
Gracias por todo.
Me ha encantado el artículo pero quisiera ahondar un poco más en el componente emocional y la comida respecto a las mujeres. ¿Por qué cuando tenemos la regla y estamos más sensibles y emocionales también tenemos más necesidad de dulce? A mí por ejemplo me pasa que no me gusta nada el chocolate pero cuando tengo la regla lo ne-ce-si-to. ¿Tiene esto una explicación biológica, hormonal, emocional o de todo un poco? ¿Qué opinas?
Por cierto, adoro tu blog, me acabo de suscribir y en cuanto tenga un poquitín más de tiempo me pondré al día. Gracias por compartirlo